Lo barato sale caro

Post date: Apr 26, 2019 10:13:10 AM

Zzzzz, zzzzz, zzzzz, ¡mierda otra vez! Ya he perdido la cuenta de las veces que ha sonado el despertador pero algo me dice que demasiadas, otro día más el café a toda leche, qué bien, qué bonito, comenzar la mañana corriendo, mochila a la espalda, llego a la parada del bus y la cola dobla la esquina, un rápido cálculo visual e intuyo hoy entro fijo, con un poco de suerte me ahorro a mi jefe en modo perdonavidas al entrar a la oficina.

Ahí a la par, a 20 m por encima, como si todo estuviera diseñado para hacerme sentir un poco infraser se encuentra el andén de la estación de la lanzadera rápida a la City, claro, 5 pavos más de billete, ¡ja!, pa' tu tía. Por suerte ya llega el bus y comienza la procesión, procesión en el sentido literal, sólo nos faltan la cruz y los clavos, y vamos entrando al bus, todos así ordenaditos, obedientes, alineados mirando al suelo, como si hubiera un león delante y quisiéramos pasar desapercibidos, mirada de soslayo hacia las puertas correderas de la guagua que parece hoy viene petada y el revisor a pie de puerta comienza a mirar cual juez de silla en Roland Garros, izquierda-derecha, derecha-izquierda, cada vez más rápido como si el tanto se jugara ahora en la red, dejada, carrera, volea y puerta en la cara.

A tomar por culo mi cálculo visual, esto es lo más parecido a llevar calcetines blancos a la entrada de una disco. Increpo al revisor but no answer. Aquí yo, el carapan, el ahora primero de la fila, yuju, hoy no toca modo perdonavidas: hoy toca blues, doblar espinazo, lubricante y derecho de pernada.

Siguiente bus 15' más tarde, han pasado entre tanto, 3 lanzaderas. Sí. Allá en las montañas; en el horizonte: a 5 pavos -con alas- de distancia. Entro hasta el fondo, esta es la mayor putada, parece uno entra el primero pero no, esto no es una cola FIFO, no, no es una cola determinista, no la ha diseñado un ingeniero, ha sido carne de outsourcing. Uno acojonado entra hasta el fondo, si acompañado de emoticono fuere, de uno aterrado a punto de hostiarse lo haría y según entran peatones a la guagua, -ahora entiendo la fonética del término- me voy comprimiendo y transformando en espectro bidimensional.

30' hasta la City agarrado a una grasienta barra de aluminio con la sensación de que bacterias y virus suben por mi antebrazo y me fagocitan lentamente, todo esto mientras hago un ejercicio de apnea atrapado en ésta mi nueva dimensión. Bajo del bus mareado con la sensación de haberme puesto farruco a la entrada de la disco y tambalearme tras la procedente ensalada de yoyas. Miro hacia arriba y observo cómo la lanzadera se inserta directa en la planta 225 mientras por delante me quedan 30 escalones por planta. El ascensor supersónico a 2 doblones de oro de distancia. No. Esa opción no existe. Ni para mí, claro, ni para los 40 tíos que ahora tengo por delante. No es por la pasta, es post-traumático. La culpa la tuvo el El Coloso en llamas.

Mientras subo escaleras y por la cristalera de este rascacielos oteo la lanzadera y el hiperloop de backup que a su vera corre paralelo veo pasar mi vida ante mí, bueno, también me da tiempo para aprenderme todos los números primos y terminar mi tesis sobre la agonía de un calcetín sudado en alta mar.

Tras este catártico viaje entro 50' tarde en la que sospecho es mi oficina, o quizás no, porque ya veo doble. Extenuado, acojonado. Calculadamente encorvado. Tengo la misma sensación que tendría un email en tránsito por un proveedor de bajo coste, 2 días tarde, con suerte en la carpeta de SPAM, no pidas trazabilidad ni soporte porque te tocará dresscode “calceto blanco”, oferta perdida o peor en manos de la competencia, sin cifrar, ¿SPF? ja, eso lo configuran los del pantalón de pinzas, barra de aluminio o cryptolocker de regalo qué más da, cabreo y jefe cabreado.

Y mucho blues.